miércoles, 9 de abril de 2014

Noé(s la película que esperábamos)



Muchos de mi generación esperábamos con impaciencia la última película de Darren Aronofsky. Prometía. Las cinco anteriores fueron admirables, con momentos de genialidad; era imposible irse de la sala sin un vacío, un  agridulce sentimiento de congoja y pena. De esas películas que no terminan con la última escena sino con conversaciones y reflexiones posteriores, días y semanas después. Sus personajes decadentes, que dan la impresión de estar siendo llevados al degolladero, caen una y otra vez frente a nuestros ojos.  Y uno sufría con Harry Goldfarb en la cama de un hospital, sufría con Tommy por el desenlace de Izzy, sufría por no saber de saber si Randy “The Ram” Robinson muere o sigue peleando tras lanzarse a la lona de su última pelea. ¿Qué habrá pasado con “El Cisne Negro” tras caer tras el escenario, ensangrentada?
                                                                                                                      
Y esperábamos que su siguiente película fuese, pues, la gran película que nos había sido prometida. Una que quede grabada en nuestras retinas y que se vuelva parte de la historia del cine. Así llega Noé (2014), drama épico bíblico protagonizado por Russell Crowe y Jennifer Connelly.



Al terminar la película no pude evitar sentirme como me sentí tras ver el final de Seinfeld. ¿Qué fue lo que pasó? ¿De dónde sacó Darren Aronofsky este arrebato de moralidad y de culpabilidad para hacer su superproducción? ¿Ejerció presión el hecho que sea su primera película con un presupuesto tan alto? – diez veces superior al filme anterior -,  ¿le está pasando algo en su vida, ha descubierto la magia de ser padre, ha ido a confesar sus pecados?, ¿qué es entonces?.

El arca mostrada en la película fue construida a escala real según lo que sugiere la Biblia, es decir, con forma rectangular  y a manera de caja. 
Noé explora la historia del personaje bíblico partiendo del supuesto que, en su decisión de exterminar a la raza humana, Dios pide a Noé, su siervo fiel, que lo ayude construyendo un arca donde pueda finalmente salvar a todos los animales de la creación, para poder luego destruir al único animal tan perverso como incorregible: el hombre. Envía entonces al nuevo mundo a un grupo de humanos incapaces de reproducirse o repoblar la tierra.

Quizá "ayudado" por la pobre interpretación de Russell Crowe - ¿dónde quedó el impetuoso muchacho de L.A. Confidential? -, por momentos  “Noé” nos hace recordar más al “Todopoderoso” de Steve Carrell que a “El Luchador” o a “El Cisne Negro” de Aronofsky. Hay escenas que rozan con el ridículo, o que son tan inexplicables para la tradición judeo-cristiana que uno acaba preguntándose a qué hora terminará la película.

Mención aparte merece la interpretación de Antony Hopkinks como Matusalén: agradable, simpático y siempre oportuno.

También tiene sus puntos fuertes y conmovedores. Es inevitable sentir compasión por la raza humana a punto de ser exterminada, hombres a los que les fue dado el don de creación y destrucción como símil de la divinidad. ¿Tanta diferencia hay entre el ser humano prediluviano y el actual? – se plantea el director. ¿Qué tenían Noé y su familia de especiales entonces? ¿Por qué fueron elegidos? Noé debe ejercer la función de jefe de familia para culminar el designio divino, incluso poniéndolo por delante de sus propios principios morales y la integridad de los suyos. La fe en él, la fe verdadera, hace que derrumbe todos sus ideales en nombre del Creador. Debe ser testigo y cómplice de un genocidio y debe aceptar que los salvados, su propia familia, tienen las mismas culpas que los exterminados, y que deben correr su mismo destino.

"Están matando animales para nutrirse de su poder", advierte Noé en un pasaje del filme
Penoso es, sin embargo, que sean introducidas utopías ambientalistas durante la argumentación del fin de la humanidad. La película invita a una reflexión sobre el destino que le estamos dando a nuestro mundo, sobre los peligros de la destrucción del ambiente e incluso sobre lo perverso que podría ser comer carne animal. "En Levítico se pedía limpiar y dejar descansar al mundo cada siete años, ¿hace cuánto tiempo que no hacemos eso?", se pregunta Aronofsky en una entrevista reciente. El drama de Noé parece ser también el propio drama del director; debe hacer algo, un acto altruista, un bien a Dios y a la sociedad por medio de su trabajo. ¿Será eso, Darren? Pues al hacer esto, su cine toma una posición demasiado personal y “Noé” pierde, él pierde y todos perdemos. ¿Cómo será recordada “Noé” en el futuro? Difícil saberlo ahora. ¿Cómo será recordado Aronofsky? Esperaremos sus siguientes películas.